No existirán dos personas en La Tierra que entiendan las mismas cosas como justas o injustas, todos emitimos juicios, principalmente con lo que nos afecta directamente, pero si nos dejamos llevar por esa corriente incriminatoria, podemos acabar juzgando todo y no siempre justamente, a veces la mezquindad humana condena lo que no condenaríamos en nosotros mismos.
Y en esta disertación sobre la justicia, y sin saber si tiene algo que ver, llueve en mi memoria el recuerdo de José María Fonollosa, un poeta que no publicó nada durante 40 veranos, y sólo lo hizo unos meses antes de morir. ¿Fue justo? No me lo parece, pero no lo sé, no sabría juzgarlo.
Creo poderosamente que a veces sólo el tiempo debería poder ser juez. El día de la muerte de Fonollosa, un 7 de octubre del 91, en su mesa, junto a un testamento a lápiz, aparecieron estas líneas:
- No a la transmigración en otra especie.
- No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
- No a que me absorba cualquier divinidad.
- No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
- reservado a islamitas, con beldades
- que un libro garantiza siempre vírgenes.
- Porque esos son los juegos para ingenuos
- en que mi agnosticismo nunca apuesta.
- Mi envite es al no ser. A lo seguro.
- Rechaza otro existir, tras consumida
- mi ración de este guiso indigerible.
- Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario