viernes, 26 de noviembre de 2010

Continuando el paseo


Lo prometido es deuda, la primera parte de la pequeña historia que puse anoche, tiene hoy su continuación:

Como ya dije, el siguiente paso en mi camino, me hizo mudar mi vida a la ciudad de Valladolid, me disponía a cumplir uno de tantos sueños, convertirme en arquitecto. Para ello había renunciado al sueño de seguir creciendo junto a ella, la que nunca me había pedido nada y todo me lo había dado.

Pasaron varios años, en ellos perdimos cualquier tipo de contacto, mi residencia cambió varias veces de país, Reino Unido, Alemania, Italia, Portugal,... mis ojos se cruzaron con muchas miradas, compartí decenas de sueños nuevos con otras personas, pero eso no impedía que siguiese pasándose por mi mente cada cierto tiempo.

Un día de tantos, hace pocos meses, me encontraba en Plasencia, estaba haciendo papeleo en el centro. Mientras caminaba por una estrecha calle comercial, me iba fijando en las tiendas, en lo que han ido cambiando los distintos locales, en los escaparates,... recordando grandes momentos en aquellas calles, todo ello con un punto de nostalgia que no alcanzaría muy bien a describir. De repente unos metros más adelante me pareció verla, mi ritmo cardíaco se multiplicaba a medida que mis pasos me acercaban a esa persona que años atrás había sido todo para mí.

Ella se encontraba sentada en el alféizar del escaparate de una tienda de ropa, mientras fumaba relajadamente un cigarro. ¡La muy tozuda no ha sido capaz de abandonar el vicio! pensé. Mientras tanto, ella utilizaba ese disimulo que sólo tienen las mujeres para fingir que no me había visto, incluso llegué a dudar de que lo hubiese hecho y mucho más de que me fuese a saludar.

Una vez me hallé a su altura, fue ella quien disparó primero, se puso en pie y sin saludo previo me plantó dos enérgicos besos, estuve durante unos segundos sin saber reaccionar, sus ojos brillaban mucho, como en esos momentos en los que olvidas todos tus problemas y por un momento te deleitas en un efímero instante de felicidad.

En efecto su rostro reflejaba que sus últimos años no habían sido fáciles, su belleza se mantenía, pero algo me hacía pensar que había tenido muchos problemas.

Ella había roto el hielo y fue además quien comenzó a hablar; "¿Dónde has estado? Me he acordado muchas veces de tí". Traté de resumirle al máximo todo lo ocurrido desde que no nos veíamos. Estaba inmerso en mi narración cuando algo me decía que no debía preguntarle por la suya, intuía que ni a ella le gustaría contarlo, ni a mí escucharlo; pero llegados a ese punto no pude renunciar a un "¿Y tú qué tal todo?".

No reproduciré por respeto, todo lo que me contó, todos los detalles tan duros, la vida se había burlado de ella, empezó con mala familia, malas compañías, siguieron malos hábitos y todo se vio condimentado con malos compañeros de viaje. Tras escuchar atentamente, no me cabía ninguna duda de que si Dios existía, era normal que no se manifestase, que se escondiese por pura vergüenza.

Era evidente que no había tenido posibilidad de convertirse en forense, ni tan siquiera de acabar el bachillerato. Trabajaba en la tienda en cuyo escaparate estaba fumando previamente y se resignaba a que, en plena crisis, no podía quejarse.

Me dijo que acababa su jornada en 15 minutos, a mí me quedaban unas cosas por hacer, así que acordamos tomarnos algo un cuarto de hora después.

A la hora convenida, ambos nos encontramos a los pies de la estatua ecuestre de Alfonso VIII. Sin uniforme lucía una imagen sensiblemente más atractiva y era evidente que se había dado un retoque de maquillaje y más perfume; las mujeres dominan siempre todos esos pequeños detalles.

Nos dimos cuenta de que en realidad no queríamos entrar en un bar a contarnos la vida, como hace el resto de la gente, así que decidimos dar un paseo por donde solíamos hacerlo en otro tiempo. (Lo que aconteció, junto con el desenlace de la historia, queda para después del fin de semana).

"Cuéntame, dime, ¿Quién te ha colgado el mar de las pestañas?
Y ahora dársena de estiércol se tornó la comisura de los besos."

No hay comentarios:

Publicar un comentario